En el susurro eterno
Sosteniéndote en mis brazos,
como un último abrazo del alma,
en ese instante entre la vida y la eternidad
te despides, maestro del silencio.
Tus ojos, que hablaron mil lenguas,
se apagan en un susurro
y mi corazón, pesado y sereno,
te deja marchar al descanso infinito.
Te alzo, como un tributo al amor puro,
como si con mis manos pudiera tocar el cielo,
allí donde ahora juegas libre,
donde el dolor no puede alcanzarte.
Tu partida es un eco que no se apaga,
una estela que me acompaña,
pues en cada rincón de mi memoria,
tú, Sifú, vives eterno.
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